-No entiendes nada- dijo abatida- ya es demasiado tarde, cuando creia que el mundo se derrumbaba no podía oir tu voz, cuando los pajaros dejaron de piar, tu tocabas con tu gran saxofón la felicidad en melodía, y aquí estoy sucumbida y abatida, en la misma tristeza y tu estás ahí, intentando que te escuche, cogiendo mis manos y tocando tu rostro, ¿Asi podré ser feliz?
- Te quiero- dibujó en el cristal- aunque no puedas oirme, si puedes verme y tocarme. Ven y dame un beso, me da igual como seas, me da igual si tienes los ojos verdes o marrones, yo si puedo oirte pero no puedo verte y quiero estar toda la vida tocando tu piel, olor a vainilla.